Publicado el 09/12/2021
El resultado adverso, aunque esperable, de las elecciones legislativas materializó el clima de disconformidad de la población con el rumbo tomado por el gobierno nacional. Adjudicar esta derrota exclusivamente a los efectos de la pandemia seria reduccionismo, como así también sería poco productivo desligar a dicho fenómeno del análisis del resultado.
El contexto atravesado en los últimos dos años estuvo plagado de complejidades endógenas y exógenas. La falta de un rumbo político claro y definido y el inédito shock que supuso la llegada del COVID a nuestros lares terminó configurando una situación económica con resultados poco alentadores.
Es así que el gobierno llegó a las elecciones con dificultades en todos los frentes en materia económica: incrementos en la pobreza, desempleo elevado, pérdida de poder adquisitivo del salario real, un crecimiento preocupante de la inflación y dificultades para mantener a flote las reservas en dólares.
En línea con lo anterior, durante el primer semestre de este año se llegó al 40,6% de pobreza, luego del pico obtenido en el segundo semestre de 2020 con un 42%. El punto más alto del gobierno de Macri fue de 35,5% en la segunda mitad de 2019. Es decir, no se ha logrado desandar el camino iniciado por la gestión previa en cuanto al fenomenal aumento de la cantidad de personas bajo la pobreza. Es posible que esta sea la variable de mayor preocupación y que mayor dificultad genere para revertir, dado que depende básicamente de arreglar dos cuestiones: el desempleo y la caída en los salarios.
Respecto al desempleo, podemos observar un dato positivo: viene retrocediendo desde el 2° trimestre de 2020, donde dicho valor se encontraba en un 13,1% para pasar a un 9,6% en el 2° trimestre de 2021. De hecho, la performance observada puede ser evaluada como una mejora respecto a la situación heredada por la administración Macri, dado que el último dato disponible de la serie, 2° trimestre de 2021 con un 9,6% es un valor mucho mejor que el observado para el mismo trimestre de 2019 (10,6%) e igual para dicho periodo en 2018 (9,6%).
De continuar esta tendencia, es posible que durante 2022 se logre volver a niveles de empleo y desempleo similares a los obtenidos durante el gobierno de Macri, lo cual no es un logro en sí mismo, pero se estarían revirtiendo los efectos de la pandemia.
Por último, quizás el tema más discutido del año, de la mano con la inflación, es la evolución del salario. La fenomenal pérdida salarial en los últimos 3 años del gobierno de Macri se vio atemperada por el gobierno de Alberto Fernández, al punto tal de que la evolución acumulada de los salarios durante 2021 (a septiembre) se encuentra por encima de la inflación (38,3% contra 36,9%). Octubre y noviembre fueron meses de altos niveles de inflación así que habrá que esperar a fin de año para evaluar de forma completa el resultado obtenido.
Sin embargo, esta tendencia a la mejora en 2021 no alcanza para revertir el resultado negativo en 2020, por lo cual, el actual gobierno lleva una pérdida del poder adquisitivo del orden del 1,3% tomando como parámetro a la inflación, la cual se profundiza a 5,2% si se toma en cuenta la evolución del precio de los alimentos.
En definitiva, la debacle iniciada por la gestión de Cambiemos no ha sido revertida, aunque si se observan desaceleraciones importantes en la caída. La mejora evidente en los niveles de actividad económica tendrá impacto en los niveles de empleo, salarios y pobreza, sabiendo que el estimador mensual de actividad económica del INDEC señala que para septiembre de 2021 se acumula un crecimiento interanual del 11,6% y un incremento acumulado del 10,9% para lo que va del año.
El incremento de la actividad traerá aparejado una mejora en la recaudación, con lo cual será posible reducir el déficit fiscal sin requerir un ajuste del gasto, un punto de debate acalorado luego de las PASO.
Por último, el intercambio comercial con el mundo por el momento es superavitario. No obstante, la generación de divisas lograda por este medio probablemente no alcance para honrar las deudas con acreedores externos, financiar los requerimientos de la industria y costear el consumo en dólares de los hogares al mismo tiempo.
Por último, el intercambio comercial con el mundo por el momento es superavitario. No obstante, la generación de divisas lograda por este medio probablemente no alcance para honrar las deudas con acreedores externos, financiar los requerimientos de la industria y costear el consumo en dólares de los hogares al mismo tiempo.
Por último, el intercambio comercial con el mundo por el momento es superavitario. No obstante, la generación de divisas lograda por este medio probablemente no alcance para honrar las deudas con acreedores externos, financiar los requerimientos de la industria y costear el consumo en dólares de los hogares al mismo tiempo.
Hasta acá, tenemos un panorama de la situación actual de nuestro país. Algunos de los datos presentados seguramente expliquen en una parte importante el resultado negativo en las elecciones. A pesar de ello, los brotes verdes de la recuperación ya comienzan a trasladarse en números más auspiciosos lo cual, de mantenerse esta tendencia, debería generar mejores resultados de cara a 2023.
Entonces, ¿Cuáles son los factores que podrían cortar este mejoramiento de las variables macroeconómicas?
Los cuatro elementos
Los cuatro elementos que condicionan la llegada a buen puerto al mandato de Alberto Fernández son: la inflación, la generación de divisas, el resultado fiscal y el acuerdo con el FMI.
Respecto al primer elemento se ha escrito mucho en los últimos años. La inflación se torna cada vez más difícil de controlar y, por ende, lograr que los incrementos salariales mejoren el poder adquisitivo en términos reales. La regulación vinculada al congelamiento de precios parece haber echado más leña al fuego, reavivando el debate sobre cómo se deben estabilizar los precios. Por un lado, se encuentran quienes apuntan a reducir la emisión y por el otro, aquellos que plantean la multicausalidad del fenómeno y esbozan soluciones más integrales pero que en la práctica no mueven el amperímetro.
En definitiva, debería existir una política concreta para atacar este fenómeno que en los últimos años ha hecho trizas el salario de las y los trabajadores.
El segundo elemento está vinculado a la generación de divisas. Desde finales de 2018, el intercambio comercial ve un signo positivo, el cual puede ser explicado en buena parte por una caída de las importaciones producto de la recesión económica atravesada en el tramo final del gobierno de Macri. Durante el actual gobierno, si bien las compras al exterior revirtieron su sendero descendente, las exportaciones continúan creciendo, lo cual mantiene un resultado positivo como podemos ver en el siguiente gráfico:
No obstante, ¿alcanza con este resultado para financiar el crecimiento de la producción, el pago de la deuda y el consumo en dólares de los hogares? La respuesta es no. De hecho, una nueva restricción para el acceso al pago de viajes al exterior en cuotas puso nuevamente en escena la puja por la disponibilidad de dólares. Nuestro país ha tenido en los últimos años una severa escasez de divisas, la cual se profundizará en los años venideros dado los compromisos externos a pagar. La única forma de revertir esta situación es mejorando el saldo exportador, el cual no se logra en el corto plazo. Por ende, el único camino es el racionamiento de dólares… o una brusca devaluación, lo cual, política y socialmente, no es viable.
El tercer y cuarto elemento se encuentran relacionados y son los puntos que generan mayor desacuerdo dentro de la coalición gobernante. La reducción del déficit fiscal es una condición que el FMI exigirá a la hora de renegociar la deuda que tenemos con dicho organismo. Esto es así porque el Fondo buscará garantizarse para sí que el gobierno argentino tenga recursos disponibles para poder pagar lo adeudado. Con un gasto superior a los ingresos tributarios no se puede cumplir esta premisa.
Una visión únicamente fiscalista por parte del gobierno puede ser contraproducente en un contexto donde finalmente la actividad comienza a despegar. Es decir, la sustentabilidad fiscal es condición necesaria para aplacar la volatilidad del ciclo económico como así también para brindar calma a la economía, pero no se puede negar que en contextos post crisis es necesaria la continuidad de la intervención estatal para dinamizar la demanda y terminar de reactivar una economía que viene de largos años de recesión.
Entonces se abre otro debate, ¿hay que arreglar con el FMI a cualquier precio? Está claro que lograr un acuerdo es mejor que no arribar a uno. Ahora, si las condiciones de arreglo acuerdo son desventajosas para la recuperación del país, es probable que lo óptimo sea no acordar. Por esto, no es conveniente apurar el acuerdo si cerrar de forma prematura implica condicionar en exceso el margen para hacer política económica del gobierno. No es algo que se cierra en 5 minutos…
La construcción de una nueva normalidad
La construcción de la nueva normalidad fue un término que se utilizó para hablar de la post pandemia. Los efectos del covid-19 obligaron a replantear el modo en que se articula nuestra sociedad en términos sanitarios. Bueno, los últimos años de recesión vinculados al final del gobierno de Macri más la pandemia deberían obligarnos a repensar por lo menos algunas cuestiones de nuestra economía.
El gobierno nacional tiene en sus manos la oportunidad de consolidar un proceso macroeconómico de crecimiento sustentable para los próximos años a partir de una mejora en la actividad y una recuperación paulatina de los ingresos de las y los trabajadores.
Para ello deberá estar muy atento a lo que sucede con la inflación, la generación de dólares, y su vínculo con los acreedores externos más su sustentabilidad interna. Es menester que el honrar nuestras deudas no sea dicotómico con la capacidad de desplegar recursos para apuntalar el crecimiento, como así también que esta acción no repercuta negativamente en los precios ni en una sangría innecesaria de dólares. Es decir, habrá que mejorar el “cómo se gasta” y “para quien”, sobre todo si se busca “empezar por los de abajo”, la consigna con la cual se cerró el contrato electoral allá por el 2019 y que ilusionó a tantos argentinos y argentinas. Recuperar esa orientación no solo permitirá lograr competitividad electoral de cara al 2023, sino también dotar de un rumbo claro, consistente y razonable a nuestra economía.
Por Kevin Castillo.
Publicada originalmente en Revista Alta Trama.