Publicado el 27/04/2021
Las relaciones de Argentina con el FMI no son historia nueva, muchos argentinos y argentinas podrán recordarlo muy bien. En un momento tan crucial como este en la negociación de la deuda es importante hacer algunas preguntas ¿Existen patrones que se repiten en nuestras relaciones con el organismo? ¿Se modifican o son siempre las mismas causas que originan estos acuerdos? ¿Y las consecuencias?
El inicio de las relaciones de Argentina con el FMI se origina en 1956, justo después de que la llamada “revolución libertadora” derrocara el gobierno de Perón, quien estaba totalmente en desacuerdo con tejer negociaciones con el fondo. Es entonces durante el gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu cuando Argentina ingresa formalmente al Fondo Monetario Internacional. La primera transacción fue en abril de 1957, cuando se acuerda con el organismo un giro de $75 millones de dólares.
En 1958 con el objetivo de frenar la inflación, restablecer el equilibrio entre los niveles de precios internos y externos, se adopta un programa de estabilización que lleva adelante una reforma del sistema cambiario, y para esto el gobierno de Frondizi decide recurrir nuevamente al FMI. “Argentina requiere préstamos de la balanza de pagos externa de aproximadamente US $ 155 millones para apoyar el programa de estabilización y la introducción de un nuevo sistema cambiario, así como para cubrir un déficit temporal de la balanza de pagos a la espera de la realización de los efectos beneficiosos de pagos del programa de estabilización, incluida la adopción de tipos de cambio realistas.” ¹
Durante el gobierno de Illia se decide no seguir las medidas de ajuste indicadas por el FMI para poder hacerle frente a la crisis económica, pero es después del golpe de Estado de Onganía en el ´66 que se vuelven a entramar relaciones con el organismo. Otra vez, el fondo colaborando con las dictaduras militares en Argentina, pero esto no es todo.
En 1976 comienza el capítulo más sombrío en la historia de los argentinos, la dictadura más sangrienta y feroz, que vino a implantar un nuevo modelo económico basado en la valorización financiera y que no hubiese podido realizarse sin la “ayuda” y el apoyo del fondo monetario internacional, que financió un plan de estabilización con rigidez salarial, liberalización de precios y desregulación total del sistema financiero. El año 1982 finaliza con una deuda de 42 mil millones de dólares.
Vuelta a la democracia las relaciones se vuelven tensas y es con el presidente Carlos Menem que se vuelven a afianzar. Habiendo privatizado la mayor parte del capital argentino, el endeudamiento fue la fuente principal de entrada de divisas y el FMI aparece como un apoyo en un momento donde empieza a dificultarse el financiamiento privado. La deuda total se duplicó, significando un 53,5% del PBI en 2001.
En 2003 llega el poder Nestor Kirchner, quien toma la decisión política de terminar con la deuda externa y sacarse de encima el condicionante más grande de su economía: el FMI. Luego de reestructurar el 92% de la deuda total, cancela por adelantado la deuda con el fondo para poder iniciar con un proceso de crecimiento que la receta de este no permitía.
En 2018, después de 15 años sin tejer relaciones, el FMI otorga a Argentina un crédito por 56 mil millones de dólares, que no sólo es para el país la mayor deuda que ha tenido con el fondo, sino que para el organismo es también el crédito más grande de su historia, que representa un 60% de los préstamos totales. Como ya es conocido y denunciado por distintos funcionarios del gobierno actual, sobre todo por el Ministro de Economía Martín Guzmán, quien se encarga de la reestructuración de la deuda, el fondo infringe sus propias reglas al realizar un préstamo de tal magnitud.
Como se puede observar, desde un principio los motivos del endeudamiento con el FMI fueron similares. Lo que es aún más importante de destacar, es que estos acuerdos están siempre sujetos a condiciones de política económica. Un país endeudado con este organismo queda bajo su supervisión, presionado a tomar las medidas que este cree conveniente para poder obtener un resultado primario que permita cumplir con el pago de la deuda. Estas medidas requieren de un “esfuerzo fiscal”, es decir, achicar el déficit reduciendo el gasto público.
Economías como la nuestra, que tienen su motor en el consumo, siguiendo una receta de ajuste y caída de los salarios reales como la del FMI, hace que sea imposible conseguir un crecimiento tal que le permita realizar el pago de capital e intereses de la deuda. Y menos en un contexto como el actual. En este momento no sólo estamos atravesando una enorme crisis económica, social y productiva, sino que nos encontramos en un limbo constante mientras se sigue la negociación con el fondo. Es imprescindible tener en cuenta que según el último informe, el 42% de los argentinos son pobres, y que el salario real viene en picada desde el año 2018, según muestra el índice de salarios reales realizado por el OPEN.
La gran incógnita ahora es quién va a terminar pagando la deuda. Queda muy claro que ya no hay lugar para seguir quitándole ingresos a los trabajadores, la reducción del gasto público, sacar financiamiento a la salud y la educación pública, a planes sociales, eliminar subsidios de tarifas, sería terrible, no sólo porque no puede permitirse que a niveles tan elevados de pobreza e indigencia esta siga creciendo, sino que destruiríamos aún más el consumo rompiendo la base del crecimiento de la economía.
Para responder de dónde saldrá el dinero, tendremos que preguntarnos quiénes fueron los beneficiados con este crédito, por qué el FMI lo otorga aún incumpliendo sus propias normas, qué hay detrás de este acuerdo. Con qué objetivo se pidió y para qué realmente resultó destinado. Los datos muestran que el ingreso de divisas otorgado por el FMI sólo financió la fuga de capitales al exterior. En este gráfico realizado por el OPEN podemos ver las reservas internacionales si descontáramos los reembolsos del fondo.
Claramente, no todos los argentinos salieron perjudicados con este acuerdo. Quienes se beneficiaron y fueron apoyados por el fondo monetario internacional para poder sacar dinero del país, son quienes hoy deben pagar la deuda que modifica la economía cotidiana de todo un pueblo. Los apellidos, sabemos, son los mismos que endeudaron al país desde 1976. Esperamos que la justicia se haga eco de la realidad y realice las investigaciones pertinentes.
La relación de Argentina con el FMI fue siempre muy estrecha y con finales poco felices. El pueblo argentino sufrió ya las consecuencias de la deuda externa y de un fondo monetario manejando y custodiando su economía. La historia parece volver a repetirse una y otra vez, y será así hasta encontrar la forma legal de impedir una toma de deuda insostenible.
¹ Carta del 04/12/1958 del Ministro de Economía argentino, Emilio Donato del Carril, al Director General del FMI, Per Jacobsson.
Por Carolina Amigo